domingo, 24 de junio de 2018

Lo que dijo del libro el periodista y escritor Pablo Montanaro en el portal Cardo Ruso

Por Pablo Montanaro Operación tragedia, pensé cuando terminé de leer “Arde La Colmena”, la novela del escritor y periodista Sergio Sarachu, cuya trama central es el recital que el Indio Solari y su banda diera en marzo de 2017 en Olavarría y que dejó dos muertos y más de 50 heridos. Al leerlo se me apareció la imagen de Rodolfo Walsh, y con ello palabra y acción, escritura y oficio, búsqueda de la verdad. El valor que tiene “Arde La Colmena”, al igual que “Operación Masacre” del escritor asesinado por la dictadura en marzo de 1977 está en esa tensión, en ese entrecruzamiento de géneros: periodismo de investigación, crónica, poesía y ficción. “Arde La Colmena” es el punto de partida de una nueva narrativa, de una nueva estética en lo que es y será la obra de Sarachu, autor también de “Hijos de tres madres”, una atrapante historia de amor y búsqueda de los orígenes del olavarriense Sergio Herrera. En este libro, Sarachu explora los límites del lenguaje. Explora los límites que da la noticia, del acontecimiento periodístico, y va más allá de los datos, de las consecuencias. De aquella contundente frase “Hay un fusilado que vive”, ese susurro que llegó a los oídos de Walsh una noche en un bar de La Plata mientras jugaba al ajedrez, a esta genialidad que puede leerse al comienzo de “Arde La Colmena”: “Cuando (el Indio) salió al escenario, los muertos esperaban ansiosos”. Cada historia debe ser contada con un lenguaje único, esa es la preocupación del escritor, es decir descubrir el idioma de sus narraciones, encontrarle la forma que parece ser la única manera posible de contarla. Y sigo con Walsh, es decir lo que me genera “Arde la Colmena”: la realidad no solo es apasionante, y merece ser contada, y que parece ser incontable aunque el compromiso es la necesidad de transformarla y hacerla literatura. En “Arde La Colmena” hay una historia que vivieron miles de personas en lo que se anunciaba como “el pogo más grande del mundo”. Sarachu lo pone al lector en ese inmenso y genial lugar de ser contagiado por un conocimiento, con una escritura y con una forma de contar donde se ve la pasión por contar, por poetizar lo ocurrido antes, durante y después del recital. Es su mejor herramienta: contagiar esa forma de escritura. Esa forma que nos propone leer y disfrutar la historia de “Arde La colmena”. Por eso es un maestro. Y eso es difícil encontrar en el mundo de la literatura. Jack London, Roberto Arlt y tantos otros demostraron que escribir es una actividad posible, después esta la genialidad. El mexicano Juan Villoro dijo que un novelista y un cronista se diferencian en algunos elementos como la imaginación y la realidad. Un novelista debe de imaginar a sus personajes y lo que les ocurrirá. En el caso del cronista, debe acudir a las personas, a la realidad y cotidianeidad de los hechos para poder escribir de ello. Seguía diciendo Villoro que la crónica «se alimenta de los recursos y distintas formas narrativas de la literatura». Además que el gran cronista debe de ser una persona que tenga una amplia formación literaria y que sepa traducir ese lenguaje de una forma eficaz para que le permita cautivar a sus lectores. « La literatura te puede dar herramientas extraordinarias, desde el punto de vista estilístico para que eso que tú estás contando, pueda ser revivido con la intensidad que muchas veces tiene una novela o un cuento», sostuvo el mexicano. Cuando nosotros leemos un libro que nos satisface, entramos a un mundo que muchas veces tiene una fuerza superior al mundo en el que vivimos, y la literatura nos produce esa ilusión de vida. Como Truman Capote, Sarachu es consciente de la apertura a un camino distinto de contar y de hacer un periodismo y una literatura que logró ir más allá de su forma tradicional.

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